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miércoles, 23 de enero de 2019

Desde mi más sincera ciclicidad




La naturaleza es cíclica y de su mano va la vida de los seres humanos, de los animales, siempre vigilados de cerca por la Luna, quien marca el ritmo de nuestro baile.



Más o menos tod@s conocemos los ritmos cíclicos de la vida en general : de la tierra, de la luna, del ser humano y de la mujer en concreto.
En la ciclicidad hay invierno, hay oscuridad, recogimiento, vida de puertas para dentro…Y aunque la oscuridad es necesaria, muchas veces, al estar inmersa en ella, resulta tan interminable e incómoda como el frío invierno.
Y es que esta sociedad acepta mucho mejor las emociones “positivas”. Nos enternece la carcajada de un niño pero si lo oímos llorar, rápidamente le decimos que no llore o intentamos distraerle para que cese su llanto en un intento de “acabar con su sufrimiento”.
Vivimos con incomodidad el malestar, propio y del resto.
Sin embargo, un día te levantas y la tempestad ha pasado; la luz te vuelve a cegar y ves todo más claro. Entonces todo se torna maravilloso y entramos de nuevo en el ritmo del mundo. Ha llegado la primavera.
Nuestra mente se abre y brotan las ideas; eso nos gusta (y a la sociedad también) porque estamos alegres, sociables y productivas pero realmente todo esto se ha ido desarrollando en la oscuridad. Ha sido durante el invierno que esas flores que hoy vemos brotar han germinado, se han gestado.
La primavera es más cómoda y llevadera que el invierno pero ambos son necesarios para que el otro exista ; necesitamos recogimiento para después salir a la calle emocionadas, creativas.
Facilita mucho las cosas poner consciencia, autoconocerse y saber que nada es permanente, todo cambia y vuelve a comenzar porque sólo así se garantiza un equilibrio, una armonía, tanto en la naturaleza como en la vida.

12/07/17

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